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Una nueva visión del desarrollo rural

Años después de pasar de moda, la economía rural está emergiendo nuevamente como una prioridad para impulsar el crecimiento económico y reducir la pobreza, según la opinión de expertos congregados en un seminario organizado por el BID en ocasión de su reunión anual, en Nueva Orleans.

“Hoy nos damos cuenta de que no es posible generar crecimiento sostenido y desarrollo sostenible sin invertir en el agro”, dijo el presidente del BID, Enrique V. Iglesias, en el seminario Desarrollo de la Economía Rural y Reducción de la Pobreza en América Latina y el Caribe. “No es posible reducir la pobreza rural, ni la urbana, sin invertir en la economía rural”, afirmó.

Los participantes en el seminario fueron convocados para discutir una nueva estrategia del BID para el desarrollo rural basada en una visión amplia y multisectorial. La estrategia reconoce la gran diversidad de condiciones en América Latina y el Caribe, como también oportunidades económicas alternativas para áreas rurales. Además de la agricultura, esas alternativas incluyen el turismo, la industria y las artesanías. Las políticas de desarrollo rural deben tener en cuenta asimismo la migración hacia zonas urbanas, como también mecanismos de apoyo para quienes se quedan en el campo y la necesidad de reducir las disparidades entre géneros y etnias. En muchos países de la región, la agricultura representa un tercio de la actividad económica.

El seminario, auspiciado por el gobierno de Dinamarca, incluyó presentaciones de representantes de la sociedad civil, expertos de los sectores público y privado y ministros de agricultura de varios países latinoamericanos.

Las áreas rurales enfrentan serios problemas de pobreza, muchos de los cuales están empeorando, afirmó Waldemar W. Wirsig, gerente del Departamento de Desarrollo Sostenible del BID. Entre 1994 y 1997, apuntó, el porcentaje de hogares rurales pobres declinó apenas de 56 a 54 por ciento. En general, la pobreza rural hoy está en un peor nivel que en 1980.

“Esto muestra que no hemos logrado progresos convincentes en la lucha contra la pobreza rural”, dijo Wirsig. “Las modestas mejoras logradas en algunos casos se han debido más a elevados índices de migración que a una reducción de la brecha entre las condiciones de vida que predominan en áreas rurales y urbanas”.

Esa falta de progreso arroja una cantidad de lecciones, apuntó Wirsig. La primera es que la pobreza rural no se puede reducir mediante estrategias globales o meramente crecimiento económico. Otra lección es que los programas de desarrollo rural no dan resultados sin políticas económicas que permitan obtener lucros en el sector agrícola.

“Particularmente, hemos aprendido que una participación limitada de los beneficiarios en los programas de desarrollo conduce a proyectos que no responden a sus necesidades reales”, advirtió.

Wirsig describió una serie de medidas necesarias para revertir esas tendencias:

Reformar las políticas que discriminen contra el desarrollo rural

Fortalecer el sector público y financiar servicios agrícolas básicos como extensión tecnológica, salud animal y de cultivos.

Promover actividades productivas no agrícolas en zonas rurales mediante incentivos impositivos y financieros.

Asegurar la propiedad legal de las tierras y promover el acceso a la tierra.

Fortalecer los servicios financieros en áreas rurales.

Mejorar la administración de recursos naturales.

Mejorar la infraestructura, educación y salud pública.

Asimismo, el subsecretario de la cancillería danesa, Torben Brylle, enfatizó la necesidad de promover el desarrollo agrícola y proteger el medio ambiente. “La degradación de la tierra no sólo es resultado de las técnicas usadas por pequeños agricultores, sino también de la sobreexplotación que hacen algunos grandes establecimientos”. El diplomático danés aconsejó la adopción de medidas ambientales más fuertes para evitar los daños generados por la explotación agrícola, forestal y minera.

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