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Cómo capear tormentas

Eduardo Lora es el asesor principal del Departamento de Investigación del Banco Interamericano de Desarrollo. Obtuvo una maestría en economía de la London School of Economics. Ha sido miembro asociado del Saint Anthony’s College en la Universidad de Oxford, editor de Coyuntura Económica y director ejecutivo de Fedesarrollo, el principal centro de estudios económicos de Colombia.

Desde su incorporación al BID en 1996, Lora ha coordinado el Informe de Progreso Económico y Social en América Latina, el principal estudio anual del BID. Sus contribuciones al contenido de esos informes han versado sobre las reformas estructurales, la desigualdad económica, el crecimiento económico, las políticas sociales y, este año, sobre la productividad y la competitividad.

Recientemente contestó una serie de preguntas formuladas por BIDAmérica sobre cómo pueden progresar los países latinoamericanos en el complejo escenario económico actual.

BIDAmérica: Con una economía mundial anémica como telón de fondo, los países latinoamericanos enfrentan tremendas presiones sociales que amenazan a sus recientes reformas. Sin embargo, su informe señala que los gobiernos de la región deben esmerarse por crear condiciones más propicias para los negocios a fin de lograr tasas de crecimiento más altas. ¿Cómo hacen para resolver esos dos desafíos a la misma vez?

Lora: El riesgo de la situación actual es precisamente que haya un retroceso en el proceso de reformas. Los problemas por los que están atravesando los países no son tanto el producto de las reformas que se han hecho, como de las que se han dejado de hacer.

BIDAmérica: Impulsar reformas resulta difícil incluso en escenarios más apacibles. Si tuviera que aconsejar a un país sobre medidas prioritarias para elevar sus niveles de competitividad y productividad, ¿qué rendiría más resultados más rápidamente?

Lora: Uno de los problemas más críticos es la falta de acceso al crédito para numerosas empresas, problema que puede hacerse más grave en la medida en que los gobiernos se vean forzados a acudir más a los mercados domésticos para cubrir sus necesidades de financiamiento. La escasez de crédito en muchos países podría aliviarse con reformas legales e institucionales que den más confianza y respaldo legal a los acreedores ante los riesgos de incumplimiento de los deudores. Los bancos a menudo no prestan, no por falta de recursos, sino por temor a que no les devuelvan el dinero, y ese temor es mayor cuando la economía está en mala situación. BIDAmérica: Chile y Costa Rica, dos países que han seguido filosofías económicas mayormente distintas durante las últimas décadas, son las únicas dos naciones latinoamericanas que figuran en puestos relativamente altos en los índices del Informe Económico Global. ¿Cómo interpreta ese resultado, tomando en cuenta que Chile fue un entusiasta pionero en las reformas de mercado mientras que Costa Rica se mantuvo en un esquema más estadista?

Lora: Las apariencias pueden engañar. Ambos países tienen en común el sólido imperio de la ley, un sistema de instituciones consolidado y favorable a la inversión privada, y una fuerza de trabajo relativamente bien educada. Estos son los ingredientes básicos para poder innovar y para elevar la productividad.

BIDAmérica: El capítulo del informe sobre innovaciones tecnológicas toca el tema de si los gobiernos latinoamericanos y caribeños debieran usar su poder económico para fomentar el desarrollo de nuevas tecnologías informáticas. ¿Cómo pueden hacerlo sin crear elefantes blancos? ¿Sería ese un uso más provechoso de los fondos públicos que entrenar maestros o jueces, por ejemplo?

Lora: Entre las regiones en desarrollo, América Latina es la que más rápidamente está asimilando las nuevas tecnologías de la información, gracias a que hay suficiente apertura al comercio internacional y a la inversión extranjera, a la capacidad de las élites empresariales y a la modernización de los sectores de telecomunicaciones en muchos países. El reto es generalizar esos logros hasta llegar a las más pequeñas empresas y productores. Lo que se necesita para eso no son subsidios para la producción de computadores ni para el sector de informática. Lo que eso requiere es que más empresas puedan acceder al crédito, que los sistemas de entrenamiento se coloquen en la frontera de los avances tecnológicos y que los gobiernos eliminen los obstáculos a la creación de empresas.

BIDAmérica: En el capítulo sobre políticas industriales y de inversiones se advierte que si bien los incentivos impositivos han tenido éxito en atraer inversiones extranjeras, su aplicación masiva puede resultar destructiva para la región. ¿Dónde nota tales efectos nocivos? ¿Existen alternativas para evitar o mitigar esos resultados negativos?

Lora: En el sector automotriz se han concedido incentivos cada vez mayores a los nuevos inversionistas para que instalen sus plantas en un país y no en otro. Los sectores mineros de algunos países pagan menos impuestos que los sectores industriales, a pesar de que están explotando recursos naturales no renovables. Estas tendencias podrían contrarrestarse con acuerdos entre los países receptores para limitar esas conductas, lo que mejoraría su capacidad de negociación frente a las grandes transnacionales. En última instancia, el factor de atracción más importante para la inversión extranjera es la calidad de las instituciones. En este campo, entre más competencia haya entre los países, mejor para todos.

BIDAmérica: El Departamento de Investigación del BID ha respaldado algunos de sus informes más recientes con datos de encuestas de opinión regionales como Latinobarómetro. ¿Qué tendencias ha hallado más impactantes en estos años?

Lora: Lo más preocupante que revelan esas encuestas en los últimos años es que los latinoamericanos están perdiendo la convicción de que la democracia es la mejor forma de gobierno. También hay mucha opinión adversa al proceso de reformas, especialmente respecto a las privatizaciones, y una tendencia creciente hacia un mayor intervencionismo estatal en las actividades productivas. Corremos el peligro de regresar al pasado. En estas circunstancias el reto de nuestros líderes no es acomodarse a las tendencias de la opinión sino desbrozar el camino y avizorar el futuro.

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