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Cineasta Tizuka Yamasaki explora las raíces japonesas en Brasil

La cineasta brasileña Tizuka Yamasaki es definitivamente japonesa a primera vista, pero sin duda brasileña por dentro. La nieta de inmigrantes japoneses en Brasil dio una presentación, auspiciada por el Centro Cultural del BID, sobre la relación entre sus dos culturas. Sus comentarios fueron ilustrados con segmentos de dos de sus películas, “Gaijin—Una odisea brasileña” y “Gaijin 2”, tituladas bajo el término japonés para extranjero o forastero.

Durante su niñez en Brasil, Yamasaki notó que mientras había mucho de que hablar sobre las contribuciones de los inmigrantes europeos y africanos, nadie siquiera mencionaba Japón, a pesar de que Brasil tiene la segunda colonia japonesa más grande fuera del Japón, superada solamente por Hawai. En 1980, la cineasta decidió contar la historia de su abuela de 101 años, quien de joven dejó su tierra natal con la primera ola de inmigrantes japoneses en 1908.

La primera película “Gaijin” relata el viaje de la abuela desde Japón hasta el sur de Brasil, en donde los inmigrantes fueron engañados para trabajar en las plantaciones de café. Las promesas de ganar dinero suficiente para regresar a Japón en cinco años se rompieron muy pronto, así que los inmigrantes tuvieron que adaptarse a la vida brasileña mientras se arraigaban a sus raíces asiáticas.

Unas generaciones más tarde, Japón enfrentó tal escasez de mano de obra que se vio forzado a abrir sus puertas a los inmigrantes de ascendencia japonesa. Los japoneses-brasileños, o nikkei como se les acostumbra llamar en Brasil, empezaron a inmigrar a Japón. Pero cuando éstos llegaron a lo que creían era su tierra natal, fueron tratados como extranjeros— gaijin —y se dieron cuenta que tan brasileños se habían convertido.

Unos 400,000 japoneses-brasileños, dekasegui o “peones de cortesía”, viven ahora en Japón, inspirando a Yamasaki a producir una segunda película. “Gaijin 2” muestra el punto de vista brasileño sobre la vida real de estos trabajadores y su impacto en Japón. La película se filmó en Londrina, un pueblo pequeño en el sur de Brasil establecida por inmigrantes de 33 países diferentes en la década de 1930, un verdadera “Torre de Babel”, según la cineasta. Muchos inmigrantes japoneses se establecieron allí desde la guerra inminente que les previno regresar a Japón, aun si hubiesen tenido los recursos para viajar. Para la película, Yamasaki construyó un estudio que se asemejaba al pueblo en 1940.

La película presenta un elenco internacional, incluyendo al actor cubano Jorge Perrugoría de “Fresa y Chocolate” y la actriz japonesa Auki Kudoh de “Picture Bride”. Yamasaki tuvo algunos problemas para conseguir actrices japonesas de mayor edad que quisieran filmar en Brasil para hacer el papel de la primera generación de inmigrantes. La cineasta tuvo que reclutar en Estados Unidos y Brasil, eventualmente con el debut de una vendedora brasileña conocida por el elenco como Dona Aya. Otros actores brasileños completaron el elenco.

“Gaijin 2” fue un proyecto ambicioso para una película brasileña, recapitulando 100 años de historia a un costo de unos 5 millones de dólares. Pero tuvo el apoyo de una nueva ley en Brasil, la Ley Audiovisual ( Lei do Audiovisual ) que permite recortar los impuestos para suscribir películas.

Al responder sobre su identidad nikkei , Yamasaki dice que los japoneses-brasileños son considerados individuos calmados en Brasil pero bulliciosos y desorganizados en Japón. Una vez que viajan a Japón, no son tratados como japoneses y se dan cuentan que son brasileños en su comportamiento. Por ejemplo, nunca considerarían el suicido por el matrimonio de una hija con alguien que no sea japonés, tal como lo demuestra uno de los personajes nativos japoneses en “Gaijin”.

La película muestra también la respuesta de una joven contemporánea brasileña de ascendencia japonesa sobre la generación a la que pertenece. Ella responde no ser nissei (segunda generación en japonés) o sansei (tercera generación), sino não sei (“No sé” en portugués) o algunas veces cansei (“Estoy cansada ”). Este juego de palabras multilingüe produjo una carcajada del corazón de ambos brasileños y japoneses en la audiencia.

De niña, Yamasaki fue obligada a aprender japonés, dice ella, pero ella no les obligó lo mismo a sus propios hijos, quienes por sí solos tuvieron curiosidad por el idioma. Ahora hay muchos colegios de habla japonesa en Brasil, dice Yamasaki. Las dos culturas no necesitan ser exclusivas mutuamente, concluye ella, sino complementarias.

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