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Amartya Sen y las mil caras de la pobreza

¿Qué es la pobreza? ¿Cómo se mide? ¿Quiénes son pobres? ¿Por qué? Amartya Sen, premio Nobel de Economía, ha dedicado su vida a estudiar cuestiones tan fundamentales para el desarrollo.

Definir y medir la pobreza y calcular el porcentaje de pobres de un país o de una región, no son sólo cuestión de números y promedios. En 1998, la Real Academia de Ciencias de Suecia premió al profesor Amartya Sen con el Nobel de Economía “por haber devuelto una dimensión ética al debate sobre problemas económicos vitales”. Sen se había adentrado más allá de la teoría matemática para aplicar a la economía una visión social innovadora, más real y humana. El trabajo tenaz de muchos años le había ayudado a descubrir las múltiples dimensiones de la pobreza.

De acuerdo con Sen, la pobreza es un mundo complejo y complicado que requiere un análisis claro para descubrir todas sus dimensiones. “Los seres humanos somos fundamentalmente diversos”, afirmaba recientemente el profesor en su intervención dentro de las actividades de la Red para la Reducción de la Pobreza de la que forma parte el Banco Interamericano de Desarrollo. “No se puede trazar una línea de pobreza y aplicarla a rajatabla a todo el mundo por igual, sin tener en cuenta las características y circunstancias personales”.

Existen factores geográficos, biológicos y sociales que multiplican o disminuyen el impacto de los ingresos en cada individuo. Entre los más desfavorecidos hay elementos generalmente ausentes, como educación, acceso a la tierra, salud y longevidad, justicia, apoyo familiar y comunitario, créditos y otros recursos productivos, voz en las instituciones y acceso a las oportunidades.

Ser pobre, según Sen, no significa vivir por debajo de una línea imaginaria de pobreza, por ejemplo, un ingreso de $2 por día o menos. Ser pobre es tener un nivel de ingresos insuficiente para poder desarrollar determinadas funciones básicas, tomando en cuenta las circunstancias y requerimientos sociales del entorno, esto sin olvidar la interconexión de muchos factores.

Para buscar ejemplos, Sen visita una y otra vez al mundo de la mujer que, junto con las hambrunas y las libertades, ha sido su trabajo pionero dentro de la economía del desarrollo de los más pobres. Una mujer con más educación, explica, suele tener un trabajo mejor remunerado, mayor control sobre su fertilidad y mejor índice de salud para ella y sus hijos. Sen ha predicado desde hace muchos años que la imagen de la mujer como heroina relegada al sacrificio del hogar y la familia no la ha beneficiado en absoluto.

“Hay grandes disparidades en el nivel de libertades que hombres y mujeres disfrutan en distintas sociedades”, según Sen. “Además de la disparidad (entre los dos sexos) en el nivel de ingresos o recursos, existen otras esferas de diferencias como la división de las tareas en el hogar, el nivel de educación recibida o el nivel de libertades que disfrutan los diferentes miembros de una misma familia”. La manera en que un individuo debe presentarse y es aceptado en la sociedad —el vestido, la apariencia— limita y condiciona sus opciones económicas, un fenómeno que Sen califica como “vergüenza social”.

Más que medir la pobreza por el nivel de ingresos que se perciben, Sen recomienda calcular lo que ese individuo puede lograr hacer con esos ingresos para desarrollarse, teniendo en cuenta que esos logros varían de un individuo a otro, de un lugar a otro.

No tendría explicación, de otra manera, la existencia de bolsas de pobreza en los países ricos entre gente de ingresos medios. Sin embargo, en los barrios marginados de EE UU, el bajo nivel de educación, los servicios precarios de salud, la falta de asistencia de servicios sociales y la amenaza del crimen violento, hacen que la calidad de vida (medida en longevidad, mortalidad infantil, salud, educación, seguridad) de personas de ingresos aceptables viviendo en una sociedad rica sea comparable, e incluso inferior, a la de muchos pobres del resto del mundo.

Sen nació en el estado hindú de Bengala Occidental. Su país y China le han servido de laboratorio para estudiar la economía de desarrollo. Hoy es profesor de la Universidad de Harvard y profesor del Trinity College de la Universidad de Cambridge. De su larga experiencia en las áreas de desarrollo y reducción de pobreza ha extraido un amplio repertorio de teorías y enseñanzas que cree aplicables a la región de América Latina y el Caribe.

“El análisis de la pobreza debe estar enfocado en las posibilidades que tiene un individuo de funcionar, más que en los resultados que obtiene de ese funcionamiento,” asegura Sen.

Otro de los logros de Amartya Sen fue dulcificar el impacto del desarrollo. Sen borró de un plumazo el camino regado de sangre, sudor y lágrimas que se le proponía a la masa pobre de los países subdesarrollados para alcanzar el progreso. La vieja teoría del sacrificio, según Sen, ha cedido su lugar a la del éxito individual, que Sen suscribe siempre que exista una trama de apoyo social y una auténtica democracia. Ésta es la explicación que Sen aplica a la grave crisis financiera y social del Sureste Asiático de 1998, una región donde el esfuerzo se había centrado en la producción y el éxito individual, pero donde faltaba una red de apoyo social y las libertades propias de una democracia.

Sen cree que la desigualdad es un problema con múltiples facetas, como la pobreza. Y a lo largo de una conversación tan cargada de tintes sociales, salió a relucir, inevitablemente, la globalización. Las protestas en contra de este fenómeno, asegura Sen, han inyectado vigor a un debate muy necesario sobre sus consecuencias. “La globalización no se puede rechazar de plano ni aceptar sin serias críticas”, comentó, “Hay que preguntarse en qué proporción está beneficiando al mundo. Porque si la ecuación es 90 por ciento para los ricos y 10 por ciento para los pobres es una cosa, si la relación es 70–30 ó 60–40 es otra muy diferente.”

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